Cuando el hígado se sobrecarga de toxinas, tu cuerpo empieza a enviar señales que no debes ignorar:
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Digestiones pesadas y lentas → gases, náuseas tras comidas grasas, digestiones pesadas y lentas.
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Cansancio crónico → falta de energía, debilidad y dolores de cabeza.
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Estreñimiento y mal aliento → tránsito irregular, lengua con moco blanco o amarillo.
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Dificultad para perder peso → aunque hagas dieta, las toxinas bloquean la quema de grasa.
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Olor corporal intenso → sudor abundante y con mal olor.
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Acné en edad adulta → desequilibrios hormonales vinculados al hígado.
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Reflujo y acidez → alteración del pH sanguíneo y jugos que suben al esófago.
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Cambios de humor → irritabilidad, nerviosismo o tristeza sin explicación.